A TI, UN DIOS...

He comido manjares, y ante mi vano rostro
desfilaron las damas más hermosas, y el lujo.
Como un tigre celoso custodié tus tesoros,
sin usar. Fui el guardián de los sueños del mundo.
Ví cerrarse mil puertas y elevarse murallas,
ante mí florecer los jardines fecundos,
esparcirse el aroma más sagrado y bendito:
deslumbraron mis ojos tan pequeños y enjutos
-como una sorpresa de placeres prohibidos-
las riquezas de Oriente y sus sabios profundos.

Mas me hablaste al oído y prefiero tu amor
al amor de los seres y las cosas del mundo.
Medité las acciones de los hombres y reyes,
condené la mentira, el atropello, el abuso.
Aprendí de enseñanzas que a mis ojos despliegas,
como un niño pequeño el asombro descubro.
Quise ser un maestro elevado en tu ciencia
y logré algo mejor, soy discípulo tuyo.
Para que ir a enseñar lo que otros enseñan,
de tí quiero aprender, no del hombre ni el mundo.

Con el tiempo un enigma indagó mis certezas,
¿que deseas que haga éste siervo en el mundo?
y tardé mucho tiempo en hallar la respuesta
la he buscado por mar y por tierra, lo juro.
Por momentos amado, y feliz, y dichoso
por momentos con miedos y entre sombras te busco.
Esa antigua criatura que es el hombre desvela
mis temores y sueños, sin embargo no dudo,
en rezar cada noche por tenerte otro día
y así amar cada día a tí, un Dios tan profundo.

Marcelo Rinaldi

Comentarios

Entradas populares de este blog

Tu corazón. Mí rumbo

MI AMOR ES UN DUENDE