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Mostrando entradas de 2009

TIRA DEL CARRO

  CARTONERO Tirá del carro, mi amigo, tirá del carro que quiero cantarte unas breves coplas para decir que te quiero. Porque siendo un laburante tirás del carro parejo llevando papel de diario, cartón, plástico y ejemplo. Tirá del carro, mi amigo, tirá del carro, mi viejo, apurá que a la balanza  conviene llegar primero, pesar la carga del día y recibir unos pesos que si alcanzan para cena no llegan hasta el almuerzo. Tirá del carro, mi amigo, dale bien duro y parejo, quiera Dios recompensarte por ser digno y por ser pueblo. Otros ven en marquesinas y luminarias el éxito, yo veo tanta grandeza en tu venerable esfuerzo que las lágrimas resbalan mi ánimo conmoviendo al verte cargar con culpas y con cartones ajenos. Seguí tirando del carro, dale bien duro y parejo, que otros den vuelta la cara,

EL ASCETA

Acaricia un viento con alas gastadas su cuerpo de asceta tras la trascendencia, postura de loto, mente concentrada, está iluminada su sabia conciencia. Si él suspira caen las hojas del árbol, quedó en armonía la naturaleza, de algún universo lejano e ignoto, el ritmo en su pecho las aguas aquieta. Reverencia a un sabio y antiguo maestro, lo ama como ama a Dios y a su tierra, y eleva en su alma los eternos rezos de sabiduría con los que apacienta su rincón de sueños antiguo y lejano donde el viento roza con alas ligeras su cuerpo de asceta en postura de loto tras el vuelo frágil de la trascendencia. Marcelo Rinaldi

EL TEMPLO

Soy el espíritu errante de un hombre bueno y valiente desencarné hace milenios y estoy aquí desde siempre. Este templo me ha albergado luego de un juicio solemne en el que fui condenado a habitarlo para siempre. Tras ésos mármoles blancos que las columnas sostienen tantas glorias han pasado, brotaron tantos laureles... Ví pasar los mercenarios, traficar los mercaderes, pronunciarse los oráculos y a los magos hechar suertes. Soy el guardián y testigo de éste templo donde ceden al poder del Dios Eterno los poderosos y fuertes. Tantas veces he rezado ante el altar que hoy se yergue donde antes hubo un ídolo con fuego y luz en su vientre. He servido a muchos Dioses, pues los cultos se suceden a lo largo de los tiempos. Ante éste espíritu vuelven: las eras, las estaciones, la vida, el amor, la plebe, pasó la guerra al galope, volvió la paz sin jinete. Ví al Redentor de los hombres vencer a la misma muerte en una cruz, sin pecados, clamando al Padre su suerte. He visto esposos y esposas jur